Llevo observando como el paso del tiempo va deteriorando una casa abandonada. Siempre me preguntaba cómo podría estar amueblada y fantaseaba con que estuviese repleta de valiosos muebles nórdicos de la década de los 50 y de los 60, mis favoritos.
El sábado me armé de valor y decidí entrar en ella pese al peligro que representa permanecer en una construcción en ruinas.
Lo primero que me encontré fue una momia; un gato que agotó su séptima vida y fue a descansar para siempre en la soledad de esa casa. Al ver de primeras semejante estampa me dieron ganas de abortar la misión de exploración, pero continué mi gesta personal avanzando por el pasillo con mucho cuidado.
Notaba algo en los tobillos, era una legión de pulgas que querían alimentarse de mi, unos cuantos manotazos y me dejaron en paz.
Entré en un dormitorio y encontré el primer tesoro, se trata de un armario de teca de unos dos metros de altura que se eleva unos 20cm del suelo a través de unas estilizadas patas bambi. ¡Maldición! es demasiado grande y sin ayuda sería imposible rescatarlo.
No me fui de allí sin cumplir mi misión y rescaté a tres sillas sesenteras de estilo nórdico de una muerte segura.
Esta me recuerda a la famosa silla Fanett de Ilmari Tapiovaara. Seguramente sea su prima española ya que su parentesco es más que razonable sobre todo si nos fijamos en sus «piernas»
Lo que considero rescate y reciclaje, puede considerarse hurto, por ello no es muy aconsejable realizar estas prácticas.
En esta foto se aprecia el mal estado en el que se encuentran las sillas.
Ahora toca restaurarlas para darles una nueva y útil vida y que sigan describiendo su historia en un hogar de verdad.
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